¿Qué saco en limpio de esta conversación incómoda?
Primero, darme cuenta que cuando tengo miedo de una situación, intento controlar todas las variables posibles. Me había adelantado a todos los posibles diálogos que podríamos haber tenido y hasta me escribí un mini speech para guionar la charla. Y lo que reconozco es que me tengo que soltar para dejarme sorprender. Del otro lado del teléfono encontré una voz cálida, abierta y receptiva. Hablar con él fue un placer. Lo llamé puntualmente para pedirle una opinión sobre mi trabajo y con mucha humildad me dijo que sí, que no sabía si era la persona más adecuada para darme su opinión pero que igual me la daría. Tengo que darle un lugar a la sorpresa.
Segundo, reconocer que estaba más focalizada en mi pedido y en conseguirlo que en la persona a la que se lo estaba pidiendo. Hubiera sido más interesante si primero hablaba de él y de sus experiencias que de mi pedido puntual. Es que tenía tantos nervios y tantas ganas de cortar el teléfono que en ese momento ni se me pasó por la cabeza. Y descubrí que saber escuchar puede ser una herramienta mucho más importante que la persuasión.
Dicen por ahí que los errores son oportunidades que sirven para crecer, aprendizajes, pero que si vuelven a ocurrir, ya son torpezas. Uno tiende a repetir aquellos hábitos que salen naturalmente porque son los que no son objeto de reflexión. Éste es un intento de romper con ese patrón, con ese miedo que se anticipa a situaciones que todavía no ocurrieron. Y si las cosas no salen como yo quería por lo menos no perdí tiempo pre-ocupándome. Hay algo muy interesante de vivir el presente en el presente.
Cuando le comenté esta experiencia a mi amiga, me dijo "la gente grosa es la más humilde, la más simple, consigue las cosas porque no da vueltas". Y me contó de una vez que había ido a una muestra de arte de Marta Minujín y por inconvenientes técnicos no pudo ver la muestra. Así que dejó su teléfono para que la volvieran a llamar. Hete aquí que quien la llamó no fue un pichi de la organización del evento sino la mismísima Marta. Y ella le terminó dando unos consejos que comparto ahora:
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